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Sebastián Valenzuela / Subsecretario de Justicia
El 18 de octubre del año pasado, Sebastián Valenzuela tuvo que interrumpir su jornada de oficina para correr repentinamente a buscar a su hija de dos años al jardín infantil. Todavía era jefe de la División Jurídica del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos. Antes de salir, trató de sacar su auto del estacionamiento, pero […]

El 18 de octubre del año pasado, Sebastián Valenzuela tuvo que interrumpir su jornada de oficina para correr repentinamente a buscar a su hija de dos años al jardín infantil. Todavía era jefe de la División Jurídica del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos. Antes de salir, trató de sacar su auto del estacionamiento, pero no pudo porque la zona ya estaba muy convulsionada. Tuvo que caminar varias cuadras por el centro, muy rápido, huyendo de las lacrimógenas.

Cuenta que lo que vio en las calles los días previos fue como una advertencia. “Me acuerdo que el día anterior fui a una reunión en el Consejo de Defensa del Estado. Vi que estaba cerrada la estación Los Héroes del Metro, porque había manifestaciones y en el trayecto de vuelta al Ministerio me llamó mucho la atención el clima de violencia que se gestaba. Eso me dejó pensando”, dice.

Y en eso también pensaba mientras caminaba a buscar a su hija. Llegó cerca de las 16:00 hrs., cuando el jardín estaba a punto de cerrar. “Fue una situación bien crítica. Salimos de ahí y caminamos todo el centro. Por suerte logré sacar el auto de donde lo tenía y nos marchamos a casa”, recuerda.

“Después del 18 de octubre he reafirmado el amor por el servicio público y por desarrollar políticas que vayan en directo beneficio de la gente”

Son varios los aprendizajes que hoy identifica después del estallido social, tanto en lo personal como en lo profesional. “Las encuestas indican que trabajar hoy día en el gobierno no es algo muy valorado. Pero mientras más se denosta el ejercicio de la función pública, yo más creo que los cambios se pueden hacer desde acá. Siempre he sido un convencido de esto, pero después del 18 de octubre he reafirmado el amor que tengo por el servicio público y por desarrollar políticas que vayan en directo beneficio de la gente”, sostiene. 

Casi cinco meses después de aquella jornada convulsa, Valenzuela admite que sus rutinas son más intensas y con mayor carga de trabajo.

“Tener poco tiempo libre no es algo nuevo para mí, pero busco optimizar mis horas y prefiero volver a casa antes de las 19:00 para estar con mis tres niños, conversar con mi señora y luego seguir con el trabajo”

En diciembre fue nombrado subsecretario de Justicia y hasta el miércoles 4 de marzo se desempeñará como ministro subrogante. Así que su agenda está más alterada de lo normal. De hecho, el día que volvió de las cortas vacaciones que se tomó, el reloj lo sorprendió a las 21:00 hrs., todavía en el ministerio.

“Tener poco tiempo libre no es algo nuevo para mí. Pero no suelo quedarme hasta tan tarde en la oficina, ya que busco optimizar mis horas: prefiero volver a casa antes de las 19:00 y así poder estar con mis tres niños, acostarlos a dormir, conversar con mi señora y seguir con el trabajo, pues por lo general siempre me queda algo pendiente del día”, explica.

De hecho, muchas veces debe estar en sesiones en el Congreso, en Valparaíso, que pueden alargarse hasta las 22:00 hrs. y que se reanudan al día siguiente en el mismo lugar. Cuando eso pasa, él prefiere volver a Santiago a dormir y en la mañana partir de nuevo, después de tomar desayuno en familia y llevar a los niños al jardín o al colegio, siempre pensando en optimizar el tiempo laboral y hacerlo compatible con su vida personal.

“Ni mi señora ni yo somos de Santiago, así que acá tenemos pocas redes familiares. Por eso vamos con frecuencia a Viña y Valparaíso, sobre todo para que los niños pasen tiempo con los abuelos”

“Claramente, trabajar en el gobierno implica tener menos tiempo, pero trato de no sacrificar nunca actividades a nivel familiar”, dice el subsecretario, quien además es tesorero de uno de los cursos de sus hijos, además de participar en un Comité de Convivencia del colegio y de una liga de fútbol con los apoderados, con quienes se junta todos los sábados a jugar, religiosamente, hace tres años.

“No he querido dejar de lado ese tipo de actividades y aunque me gusta estar muy involucrado, siempre estoy pensando en qué momento voy a hacer todo, o si me alcanzará el día para actualizar la planilla de Excel de la directiva del colegio”, dice entre risas.

Cuando no está trabajando o resolviendo temas del colegio y de los niños, busca tiempo para compartir con amigos que también tienen hijos en edades similares a las de los suyos. Y los fines de semana suele viajar a la V Región, a visitar al resto de la familia.

“Ni mi señora ni yo somos de Santiago, así que acá tenemos pocas redes familiares. Por eso vamos con frecuencia a Viña y Valparaíso, sobre todo para que los niños pasen tiempo con los abuelos”, comenta.   

Sentarse a ver documentales con su esposa es algo que también disfruta, pero específicamente los que tratan temas judiciales y penales como Making a murderer, que explora la historia de Steven Avery, un estadounidense que pasó 18 años en prisión por agresión sexual e intento de homicidio. O When they see us, una serie basada en hechos reales, sobre un juicio lleno de irregularidades a cinco jóvenes acusados de atacar y violar a una mujer. “Todos estos gustos son por deformación profesional”, confiesa.

Antes, cuando tenía más tiempo libre, guardaba algunos días de vacaciones para poder viajar con su esposa exclusivamente a ver a Radiohead, donde sea que tuvieran algún concierto. 

Y a pesar de que ha viajado mucho, cuando se le pregunta por algún destino que lo haya marcado, el tema laboral sale a relucir otra vez.

“Por mi trabajo, me ha tocado conocer cárceles de todos los tipos y contextos. He estado en prisiones en Europa, que son las más desarrolladas, en Estados Unidos, pero también en unas más precarias en Perú y Bolivia”, comenta. Quizás la que más le impactó fue una cárcel concesionada en Toulouse, Francia: “Me impresionó mucho porque ahí está la fábrica de los sistemas de aire acondicionado de Airbus, y porque se trata de reclusos trabajando con un nivel de tecnología de punta y de muy alta sofisticación para una de las empresas más destacadas del mundo”. Valenzuela dice estar muy agradecido de haber conocido de cerca una experiencia como esa, que puede impactar enormemente en la reinserción y, ojalá en el futuro, en la forma en que se piensan las políticas penales en territorio local.