Hace nueve años que Peter Leatherbee asumió la gerencia general de Andacor, la empresa familiar que comenzaron sus abuelos, que fue traspasada de generación en generación, y que hoy controla los centros de ski El Colorado y Parques de Farellones. Leatherbee forma parte de la tercera generación que ha dirigido los destinos de la compañía y, aunque había algunas dudas por la responsabilidad que recaería en sus hombros por tener sólo 32 años al asumir como gerente general, pudo impulsar nuevos proyectos y dedicarle toda su pasión al negocio, con apoyo de su familia.
Admite, eso sí, que en un comienzo le dedicaba mucho tiempo al trabajo. Tanto, que terminaba frente al computador por las noches, los fines de semana y hasta en vacaciones. Incluso, un año decidió pasar toda una temporada en Farellones, un lugar que cataloga como “el paraíso” al estar cerca de la ciudad y de la cordillera al mismo tiempo.
“La montaña da esas pausas que permiten recuperar el control de tu vida y las decisiones que quieres tomar. La montaña me cambió la vida y me hizo –psicológicamente hablando– morir y renacer”, reflexiona.
Es que vivir ahí aportó a su vida otro ritmo y dinámicas que en Santiago no tenía. “Por ejemplo, viviendo en Farellones, con mi ex esposa nos dimos cuenta que no hablábamos de los temas más profundos de la vida, algo que en Santiago no veíamos porque el tiempo en pareja era reducido. Cuando se tienen tiempos más largos, se confronta la verdad y es más difícil meter las cosas debajo de la alfombra”, analiza.
Luego del quiebre matrimonial, Leatherbee tuvo que viajar a Europa por trabajo y estando allí, decidió viajar a El Nido, en Filipinas, para “reencontrarse” consigo mismo. “Conocí gente nueva y tuve la oportunidad de compartir con familias filipinas que, teniendo muy poco, eran más felices que todas las personas que yo conocía. Eso me hizo pensar que estaba mal enfocado y dije ‘¡estoy perdiéndome la vida!’. Ese viaje fue importante para conocer a la persona que yo quería ser”, relata.
“Cuando se tienen tiempos más largos, se confronta la verdad y es más difícil meter las cosas debajo de la alfombra”
A casi dos años de ese episodio, hoy el ejecutivo se encuentra en su casa guardando cuarentena y teletrabajando, como muchos chilenos por estos días. No está en Farellones sino en su casa de Santiago, donde se deja ver a través de una videoconferencia con una parka negra en medio de una cálida tarde de otoño. “Estoy llamando al invierno, es una forma de decirle al clima que estoy listo”, cuenta con una sonrisa.
Este período de confinamiento lo está pasando solo pues sus hijos viven con su madre en el sur del país. Y dice que en estos casi dos meses, ha trabajado más que en un trimestre completo. “Siento que se me fue el año, pero sólo llevamos un corto lapso en esto. Es impresionante como se comprime el tiempo. Todos los días es lo mismo, hay que cuidarse para no volverse loco”, confiesa.
“He tenido más tiempo para conversar, y la calidad de esas conversaciones ha sido mejor y las charlas más valiosas”
Así, dentro de las actividades que ha retomado en este período, destaca la meditación, una disciplina que ya había comenzado con anterioridad pero que ahora puede practicar incluso tres veces al día. También “he tenido más tiempo para conversar, y la calidad de esas conversaciones ha sido mejor y las charlas más valiosas. Este ha sido un tiempo de reflexión y mucha meditación”, comenta.
No obstante, ha sido una etapa que lo ha hecho extrañar muchas de sus antiguas costumbres, desde el tiempo que pasaba con sus hijos hasta el tránsito de Santiago. “Antes me molestaban los tacos pero ahora digo… ojalá entre cada reunión pudiera tener esos 30 minutos, un descanso para el cerebro”, ejemplifica.
“Se requiere de mucha fortaleza para manejar este cambio tan fuerte que estamos viviendo (…) pero hay que mirar el futuro con esperanza y no bajar los brazos”
Extraña también algunos de sus hobbies, como tocar guitarra y batería (que dejó en su casa de Farellones), hacer deporte, andar en bicicleta, esquiar y correr, sentir el aire.
“Cosas que me encantan y que ahora no tengo. Se requiere de mucha fortaleza para manejar este cambio tan fuerte que estamos viviendo”, dice, admitiendo que ésta es una de las situaciones más difíciles que ha enfrentado el país, pero que “hay que mirar el futuro con esperanza y no bajar los brazos. Cuando llegue esta ‘nueva normalidad’ quizás quiera volver a ciertas rutinas de antes, pero me llevaré muchas cosas positivas que he aprendido en este tiempo”.
Con todo, el ejecutivo ve esta coyuntura como una “oportunidad para hacer un mundo nuevo y mejor. El coronavirus me ha dado el tiempo para cuestionarme y preguntar por qué estoy haciendo ciertas cosas. Y llegué a una respuesta: quiero hacer del mundo un lugar mejor, para lo que debo usar bien mi tiempo, pues puedo morir ahora o en 50 años”, subraya.
Por eso es que en esta etapa de la vida no le tiene miedo a la muerte, al contrario, lo motiva a seguir adelante. “La muerte me dice que tengo un tiempo limitado y que debo hacer lo que más pueda por mi paso en el mundo”, reflexiona.
“El coronavirus me ha dado el tiempo para preguntarme por qué estoy haciendo ciertas cosas. Y llegué a una respuesta: quiero hacer del mundo un lugar mejor (…) La muerte me dice que tengo un tiempo limitado y que debo hacer lo que más pueda por mi paso en el mundo”
En esa línea, una vez que se acabe la emergencia sanitaria, Leatherbee dice que lo primero que hará es reencontrarse con sus hijos, a quienes no ve desde el 13 de febrero.
“Les voy a dar el abrazo que no he podido darles en todo este tiempo, y estoy seguro que habrá llanto por la felicidad de poder vernos. Ellos son lo que más echo de menos hoy”, reconoce, agregando que “luego, tomaré mi bicicleta y saldré a saludar y a abrazar al que se me cruce por delante”.