Con su agenda a tope. Así vivía Patricia Palacios hasta antes de la pandemia. Y es que sus roles como gerenta general de HIF -proyecto de descarbonización basado en la generación de hidrógeno verde a partir de energía eólica en la Región de Magallanes-, como presidenta de Irade -la principal asociación de empresarios del Biobío- y como directora de la Empresa Portuaria de Puerto Montt, la tenían viajando permanentemente de un lugar a otro.
“Llevaba diez años viajando por mi trabajo”, cuenta, pero reconoce que el último año, cuando definitivamente trasladó su oficina a Santiago, pero decidió no cambiarse de ciudad y seguir viviendo en Concepción, el desafío fue mayor: tres días de la semana laboral estaba en la capital y dos en su casa. Además, como estaba desarrollando el proyecto eólico en Punta Arenas, también viajaba para allá varias veces, así como a Europa, donde están los socios de la iniciativa. Y una vez al mes, a Puerto Montt.
“Por primera vez en la vida, todas mis pasiones están reunidas en un plano de lo posible, donde yo administro el tiempo cumpliendo con todo. Y me siento muy en paz”
Con 150 vuelos al año en el cuerpo, “estaba todo el tiempo en esto de vivir tratando de cumplir en todos lados, en el viaje tratando de estrujar el tiempo para poder cumplir en el trabajo, sabiendo que sólo voy a estar tres días pero tengo que rendir como cinco”, explica.
“Y luego, al volver a Concepción, intentar rendir con la familia esos días, de cumplir mi rol en Irade y amando mucho lo que hago, pero sintiéndome siempre como en deuda”, reconoce, añadiendo que la pandemia cambió radicalmente esa realidad, pues hizo converger todos sus espacios.
“Por primera vez en la vida, todas mis pasiones están reunidas en un plano de lo posible, donde yo administro el tiempo cumpliendo con todo. Y me siento muy en paz, trabajando como nunca, muchas horas al día conectada y haciendo las cosas de la casa, pero sintiéndome plena, feliz, porque siento que todas mis pasiones pueden converger en un lugar, en un espacio donde yo puedo administrarlas. Y eso para mí ha sido maravilloso”, admite.
“Algo positivo de la pandemia ha sido que todos quizás nos hemos dado cuenta de que había muchas cosas que hacíamos que no eran necesarias”
Pese a que sabe que hay aspectos que las crisis sanitaria y económica han vuelto más complejos para mucha gente, también rescata que le ha permitido reforzar una de las cosas que trata de enseñar a sus hijos: de los momentos complicados y difíciles y duros, siempre hay que sacar una enseñanza y el lado bueno de las cosas.
“Algo positivo de la pandemia ha sido precisamente eso, que todos quizás nos hemos dado cuenta de que había muchas cosas que hacíamos que no eran necesarias porque podíamos hacerlas de una manera distinta. Y que había otras cosas que no abordábamos pero que sí podemos hacer, que es posible. La pandemia nos trajo el regalo de repensar el uso de nuestros tiempos y de nuestros espacios”, reflexiona.
Ella descubrió, por ejemplo, que tareas como cocinar, hacer el aseo o salir a regar las plantas la conectan “con mi hogar, con mi madre y con mi abuela. Me gusta que los niños estén conmigo conversando en la cocina o sintiendo los olores que salen de las preparaciones de la comida”. Y, por el contrario, se dio cuenta de que viajar tanto no es necesario. “No tengo que viajar 12 o 14 horas, por ejemplo, para ir a una reunión que va a durar sólo dos. Eso no es necesario, a menos que vaya a firmar un contrato muy importante o que requieran mirarte a la cara. El 80% de las veces ya no es necesario”, sostiene.
“Después de la pandemia vamos a ser un país distinto, porque el teletrabajo llegó para quedarse, porque las relaciones van a cambiar, las comunicaciones van a cambiar, cómo destinamos el tiempo va a cambiar”
Otra de las cosas que rescata es cómo se ha reforzado su relación con sus tres hijos. La mayor tiene 26 años y es sicóloga; el segundo, de 23, estudia en Canadá, mientras que el menor tiene 12 años. Con cada uno ha tenido acercamientos distintos: con el que está lejos, aunque no puede viajar para verlo desde hace meses, han logrado establecer una cercanía mucho más estrecha ahora a través de constantes mensajes y llamadas. Con la mayor ha podido darse cuenta de lo muy ocupada que está entre sus estudios de posgrado, sus ayudantías y todas las actividades que la tienen conectada a lo largo del día. Y con el menor, ahora pueden compartir un tiempo que hace mucho que no tenían para estar físicamente juntos.
Es justamente a su familia a lo que dedica todo su tiempo libre, aunque reconoce que no tiene mucho. Le gusta ir a su casa de Pucón y allá, salir a caminar juntos al aire libre, hacer trekking, leer un libro, ver una película, una serie. “Cosas muy simples, nada muy sofisticado, pero estar con la familia”, acota.
Para la vida social, agrega, no hay tiempo. “Hay muchos amigos que quisiéramos ver, amigos entrañables, pero simplemente no da el tiempo. Y eso es otra cosa que ha llegado también en la pandemia, nos hemos conectado con amigos de la vida a través de Zoom y hemos hecho reuniones maravillosas” cuenta.
“No me gustaría que las cosas volvieran a la normalidad. Esta locura, esta vorágine del trabajo, de las ciudades congestionadas con autos, de los malls llenos de gente comprando, esta vida loca, la contaminación”
“Lo bueno de esto, yo creo, es que después de la pandemia vamos a ser un país distinto, porque el teletrabajo llegó para quedarse, porque las relaciones van a cambiar, las comunicaciones van a cambiar, cómo destinamos el tiempo va a cambiar y hay muchas cosas que definitivamente llegaron para quedarse”, analiza.
En este punto, recalca la importancia de tratar de ahondar en los cambios que son buenos para la sociedad y, personalmente, afirma que ya hay cosas que no quiere hacer –como viajar como lo hacía-, y que intentará realizarlas de forma distinta, “pero demostrando que hay un valor ahí, no simplemente porque no quiero, sino que tengo que hacer una oferta de valor interesante”, añade.
En ese sentido, cree que es necesario encontrar nuevos equilibrios y que si las empresas ven también que en estas nuevas dinámicas hay mayores eficiencias, pueden dar el salto a un cambio definitivo.
“Al final estás siendo más productivo, estás siendo más feliz, estás siendo más armónico y eso redunda en una relación win-win, donde gana tu empresa, ganas tú, tu familia, el sistema, la sociedad, porque contaminas menos”, detalla.
“Hoy día el tiempo lo tengo, lo disfruto, lo administro. Y sólo en unos meses… En seis meses me cambió la vida”
Mirando hacia adelante, cree que este tipo de situaciones también representan una oportunidad para las generaciones más jóvenes, para que “se fortalezcan en la adversidad, en la resiliencia. Que aprendan a ser más empáticos, a escuchar más, a ser más tolerantes, más abiertos. Y que se centren en lo importante”.
Y en todo este contexto, al analizar cuál es el valor del tiempo para ella, dice que hay un antes y un después: “Antes, conflicto y hoy, armonía. De verdad, te lo digo con el alma. Antes, hasta me dolía la guata al pensar en el tiempo. Hoy, el tiempo lo tengo, lo disfruto, lo administro. Y sólo en unos meses… En seis meses me cambió la vida”.