Macarena Navarrete admite que desde que asumió como socia principal de EY en 2018, tiene menos tiempo para sus quehaceres cotidianos pues reconoce que a medida que se va progresando en el desarrollo profesional, el tiempo se va transformando en un bien escaso, difícil de “alcanzar”.
Con eso en mente, intenta aprovechar y sacar partido de cada momento. Un día normal para ella comienza en el colegio donde deja a sus niños y luego sigue en su oficina ubicada en uno de los edificios corporativos que miran al Parque Araucano, en la Avenida Presidente Riesco. En el camino, trata de sintonizar una radio que transmita noticias, aunque últimamente ha estado mezclando la información y actualidad, con audiobooks que instala para escuchar novelas inglesas clásicas, como Orgullo y Prejuicio o Jane Eyre, obras de dos de sus escritoras favoritas, Jane Austen y Charlotte Brontë.
“Si se encuentra la manera, uno puede tenerlo todo: un buen trabajo, responsabilidades, una familia. Pero hay que tener claro que esto es sin llorar. Cada vez que tomas algo nuevo, decides sacrificar otra cosa. Lo importante es no estar sufriendo constantemente por ese sacrificio sino que estar consciente que esa fue tu opción y esa opción te hace feliz. La pregunta, al final del día, debe apuntar a la reflexión de si lo que se ganó es mejor, más grande y te hace más feliz que aquello que sacrificaste”.
Además del tiempo que se vuelve más escaso, liderar una empresa de 1.600 personas en Chile, que es parte de las 150 compañías que componen la red global de empresas EY, es una responsabilidad que ha significado para Navarrete dejar ciertas libertades. Como tuitear, por ejemplo.
“El tiempo que uno vive tranquilo con su familia, el tiempo que nos dedicamos unos a otros, es muy diferente al día a día. La vida del trabajo, es transitoria. En cambio, la vida familiar, es la única vida permanente”
Un “lujo” que ha postergado en la web pero que satisface de cierta manera como panelista en el programa Primera Pauta, de radio Pauta, donde puede opinar de cosas que le interesan.
“A veces me ‘pican’ las manos por escribir en Twitter, pero no puedo. No puedo olvidar que yo no soy sólo Macarena. Quizás más adelante, cuando me jubile, no me sentiré así y podré ser una abuelita tuitera”, dice riendo.
Mientras tanto, se las ingenia para, además de hacer todo lo que tiene pendiente, hacerse un espacio para el disfrute y el relajo. Como esquiar, una actividad que le permite desconectarse por completo.
“Cuando estoy esquiando mi cerebro está 100% concentrado en el deporte. Termino físicamente cansada, pero mentalmente limpia”, dice.
Además, le gusta dedicar tiempo a ver series de televisión, como Downtown Abbey –su favorita– o algunas de corte histórico, como Vikings, The Last Kingdom o Versalles, títulos que han despertado las ganas de conocer Escocia e Irlanda junto a su marido y sus dos hijos.
“Cada vez que tomas algo nuevo, decides sacrificar otra cosa. La pregunta, al final del día, debe apuntar a la reflexión de si lo que se ganó es mejor, más grande y te hace más feliz que aquello que sacrificaste”
Una afición que es una suerte de “herencia” que viene desde pequeña, cuando aún estaba en el colegio y pudo hacer un viaje familiar a Europa. Con unos padres que, con cada explicación sobre el trasfondo cultural e histórico de lo que estaban viendo, fueron sembrando en ella “el hambre por seguir conociendo, el amor por viajar” que hoy intenta concretar en el extranjero o en Chile y con un sentido distinto, en esta etapa de su vida.
“Antes de que nacieran los niños, con mi marido viajamos por España, Portugal e Italia. Después, con los hijos, los viajes se vuelven distintos. Con mi hija, por ejemplo, hace poco hicimos rafting en el río Trancura. Recuerdo ‘hacerme la joven’ y al momento que había que tirarse al agua, me tiré y duré exactamente medio segundo hasta que empecé a pedir que me sacaran porque el agua estaba heladísima. Son bonitos recuerdos. El tiempo que uno vive tranquilo con su familia, el tiempo que nos dedicamos unos a otros, como el que yo compartí con mi hija en esos días de vacaciones, es muy diferente al día a día. La vida del trabajo, es transitoria. En cambio, la vida familiar, es la única vida permanente”.