Julio Farías, es el director comercial y uno de los fundadores de Zerviz, empresa de tecnología que se encuentra actualmente en 16 países y que busca, mediante la tecnología, optimizar la atención, el servicio y gestión al cliente, de la mano de la transformación digital.
La idea de Zerviz partió con la intuición y el interés por emprender y crear una compañía que fuera un lugar donde “todo mundo quisiera pertenecer, fuera reconocida por sus clientes y que tuviera presencia internacional”, dice Farías. Una meta que hoy, día tras día, se vuelve una realidad: “Esto comenzó con tres personas, con una idea solamente. Con el paso del tiempo, cinco años exactamente, ya somos un equipo de 100 personas”.
“El tiempo es la vida, uno lo puede medir en horas, en reuniones, pero es un recurso finito y que se acaba”.

Este camino ha sido como un abrir y cerrar de ojos, cuenta, una muestra de que, para Farías, el tiempo se ha vuelto “uno de los recursos más valiosos que tengo”, y el que más le hace falta.
“El tiempo es la vida, uno lo puede medir en horas, en reuniones, pero es un recurso finito y que se acaba (…) Y como se termina, se debe ser consciente de que hay tiempo para todo, por ello tenemos que administrar el tiempo de la manera más efectiva y eficiente posible, de acuerdo con nuestros planes de vida”, afirma Farías.
“Se debe ser consciente de que hay tiempo para todo, por ello tenemos que administrar el tiempo de la manera más efectiva y eficiente posible, de acuerdo con nuestros planes de vida”.
Apasionado por su trabajo, constantemente piensa el próximo paso para su empresa y en las posibles nuevas organizaciones a crear, y cómo le gustaría tener más tiempo para trabajar, sin afectar su vida familiar: “Me gusta mucho lo que hago y me gusta la idea de crear otras empresas y seguir expandiendo Zerviz, pero no me gustaría cerrar los ojos y al volverlos abrir, ver que mis hijos ya son personas mayores”.
“Tengo 40 años, y cuando uno es niño siente que la vida es para siempre, pero te das cuenta de que tus papás se van envejeciendo, tus hermanos van creciendo, tus hijos van cambiando, te van saliendo canas. Y eso no es una cosa más que los estragos del paso del tiempo por la vida, y algo a lo cual también le tengo un poco de miedo”, asegura.
Cuenta que ese pensamiento se reafirmó gracias a la pandemia, período en que aprendió a organizar y ser consciente de que el tiempo es relativo para todos y se escapa. Así, el ejecutivo relata que, desde un plano más personal, con el fin de aprovechar cada momento, trata de tener espacio para las cosas que considera relevantes en su vida, como la música y la guitarra: “Voy a clases de música junto a mis hijos, vamos los tres. Me gustaría tener más tiempo para disfrutar este tipo de pasatiempos”.
“Cuando uno es niño siente que la vida es para siempre, pero te das cuenta de que tus papás se van envejeciendo, tus hermanos van creciendo, tus hijos van cambiando, te van saliendo canas. Y eso no es una cosa más que los estragos del paso del tiempo por la vida, y algo a lo cual también le tengo un poco de miedo”.
El ejecutivo recuerda cómo ha ido cambiando con los años, una evolución en que partió teniendo una personalidad tímida, insegura y poco arriesgada, que estimaba las “cosas desde una visión materialista y terrenal”, para valorar ahora “el beso de mis hijos, tocar música, o el valorar a mis papás, que tampoco son eternos”.
Se trata de cambios personales que solo pudo experimentar al entender que él es el protagonista de su propia historia, ¿Cómo? Tomando riesgos: “El hecho de emprender es un riesgo, el de casarse es otro desafío y el hecho de ser papá es un riesgo grande. Aprendí, con el paso del tiempo, a salir constantemente de mi zona de confort, a desafiarme”, dice. “Aunque tenga muchísimo miedo, aunque sepa que no lo voy a conseguir, aprendí a desafiarme, porque hay veces en que me topo con sorpresas”.
“Aprendí, con el paso del tiempo, a salir constantemente de mi zona de confort, a desafiarme”.