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Esdras Hernández / Bailarín solista del Ballet de Santiago
Encerrado en su casa desde hace casi tres meses, su estado de ánimo, de creatividad y orientación espacio-temporal van de un extremo al otro: unos días se siente incapaz de crear, de hacer algo útil, y siente que nada pasa; y otros, que todo ocurre extremadamente rápido, como fotones en movimiento. “Es muy raro”, dice […]

Encerrado en su casa desde hace casi tres meses, su estado de ánimo, de creatividad y orientación espacio-temporal van de un extremo al otro: unos días se siente incapaz de crear, de hacer algo útil, y siente que nada pasa; y otros, que todo ocurre extremadamente rápido, como fotones en movimiento. “Es muy raro”, dice el músico español, coreógrafo y bailarín solista del Ballet de Santiago, Esdras Hernández. Y añade: “Siento como si estuviéramos viajando a la velocidad de la luz, a pesar de que no estamos moviéndonos”.

Lo último lo dice en un sentido casi metafórico, pensando en cómo le ha afectado el frenazo del mundo y en cómo le cambió la noción del tiempo. Porque en realidad no ha dejado de moverse, al menos no físicamente. Y para un bailarín, el movimiento es todo.

“Siento como si estuviéramos viajando a la velocidad de la luz, a pesar de que no estamos moviéndonos”

Hernández vive con su pareja, la bailarina Montserrat López, y juntos tratan de armar una rutina diaria para no detenerse. “Afortunadamente, hace dos años pudimos construir una sala grande en casa y es lo que nos ha salvado durante estos días para entrenar y seguir tomando clases”, cuenta.

Antes, sus días partían a las 10 de la mañana, con un entrenamiento con todos los integrantes del ballet y así seguían, ensayando hasta las 18:00. Ahora, dice que la única norma es seguir las clases diarias que la directora artística del English National Ballet, Tamara Rojo, comparte con miles de seguidores a través de YouTube. Ella se conecta desde su casa en Londres y suele aparecer con la cocina de fondo. Ellos, en Santiago, le siguen los pasos desde esa sala de paredes blancas y espejo enorme.

“Tengo días buenos y malos, como todos”, dice, admitiendo que no siempre amanece con ganas de hacer mil cosas y mucho menos de convertirse en alguien que quiere exprimir cada minuto del confinamiento de manera productiva. “Entendí que cuando llegan los bloqueos creativos es porque el tiempo me está jugando en contra. Y eso también está bien, no pasa nada”, añade.

“Entendí que cuando llegan los bloqueos creativos es porque el tiempo me está jugando en contra”

Le ha pasado, sobre todo, con la música de un proyecto en el que trabaja junto a otros colegas que están en Estados Unidos y España, a propósito de los 250 años del nacimiento de Beethoven: “He llegado a arruinar cosas que ya tenía listas y que me gustaban, y sé que es producto de estos altos y bajos a los que todos estamos sometidos durante estos días”.

No piensa tanto en el futuro o en cómo será el día en que pueda volver a bailar afuera. Tampoco sabe si cuando todo pase podrá volver a sus rutinas de antes, que incluían viajes al sur de Chile todos los fines de semana, pues también trabaja con la Escuela de Danza de Teatro del Lago, en Frutillar, donde ha montado coreografías como Cascanueces, Coppelia o Pedrito y el Lobo.

Mientras tanto, se concentra en el presente y en pensar cómo llevar el encierro lo mejor que pueda, sobre todo tratando de diferenciar los fines de semana del resto de los días porque, a pesar de todo, se preocupa por crear recuerdos en base a tiempo de calidad. Por ejemplo, hace poco, con su pareja decidió que tendrían una cena romántica en casa, con dress code incluido: “Nos vestimos lo más formal y elegante que pudimos y nos encontramos en la sala de la casa para nuestra cita”, cuenta entre risas.

“He llegado a arruinar cosas que ya tenía listas y que me gustaban, y sé que es producto de estos altos y bajos a los que todos estamos sometidos durante estos días”

A la virtualidad ya estaba acostumbrado. Hace 28 años que no vive en España y por lo mismo, la manera de comunicarse con su familia le dio cierto aplomo para enfrentar estos días. Con sus padres y sus hermanos se conecta todos los domingos y a esas conversaciones también suma a su hija, de 15 años, que vive a 25 kilómetros de él. Sabe que una vez que todo pase, lo primero que hará es salir a buscarla y abrazarla.

Si existiera la posibilidad de volver el tiempo atrás, le gustaría volver a ser niño, aunque sea por pocos días, para volver a la casa de su abuela en su país. Es una de las personas que más ha querido en su vida y con la que creó recuerdos que atesora con nostalgia. Dice que le pediría algo simple: que le cocine papas fritas con omelette y después, tocar juntos el piano.

“Ahora que no se puede producir tanto es que realmente nos podemos detener a recordar los momentos bonitos de nuestra vida”

“Creo que ahora que no se puede producir tanto es que realmente nos podemos detener a recordar los momentos bonitos de nuestra vida, y a mirar en detalle lo que hicimos antes, cuando estábamos en medio de una carrera que no sabíamos a dónde nos llevaría. Y personalmente, si algo me ha enseñado todo esto es a valorar lo que realmente importa y el tiempo que dedicamos a ello”, reflexiona.