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Elizabeth Bordachar / Country manager de Grupo Cepas Chile
Un picnic con un par de sándwiches recién preparados en la cocina. O un campamento improvisado, con una carpa que tuvo que comprar a última hora para entretener a un niño de cuatro años. En la casa de Elizabeth Bordachar, country manager de Grupo Cepas Chile, esos fueron los panoramas más recurrentes durante los meses […]

Un picnic con un par de sándwiches recién preparados en la cocina. O un campamento improvisado, con una carpa que tuvo que comprar a última hora para entretener a un niño de cuatro años. En la casa de Elizabeth Bordachar, country manager de Grupo Cepas Chile, esos fueron los panoramas más recurrentes durante los meses de confinamiento obligatorio, para aprovechar el tiempo y crear recuerdos valiosos con su hijo y su marido, en la medida de lo posible.

“Afortunadamente vivimos en una casa que tiene un jardín, así es que tratamos de sacarle el mayor provecho posible durante el encierro, no tanto por nosotros, sino por hacerle la vida más fácil a nuestro hijo”, cuenta la ejecutiva.

Si bien el teletrabajo fue algo nuevo para muchas personas, no para ella. Antes de llegar a trabajar a esta empresa del rubro de bebidas -que comercializa marcas como Bacardi o Martini-, Bordachar trabajó cinco años en Cisco y ahí, su primer puesto fue regional, por lo que se acostumbró a las reuniones virtuales con equipos en Estados Unidos, Colombia, Argentina y Chile. Tampoco debió adaptarse a manejar los nuevos tiempos laborales, o enfrentarse a verse abrumada, de pronto, por la cantidad de trabajo, que en muchas compañías más bien aumentó durante la pandemia.

“Nunca me falta tiempo para las cosas del día a día, porque cuando uno se organiza es fácil encontrar tiempo para todo”

“Soy una persona súper organizada y siempre suelo armar mi agenda muy bien. Nunca me falta tiempo para las cosas del día a día, porque cuando uno se organiza es fácil encontrar tiempo para todo. Y en la pandemia, tiempo es lo que más tenemos porque sólo estamos en la casa”, dice.

Admite, sin embargo, que le ha costado hacer calzar el tiempo laboral con el doméstico y dice que fue “complicado” porque, de un momento a otro, debió adaptarse también a los ritmos laborales de su marido, que también estaba trabajando en casa. Comenta, por ejemplo, que ambos tienen un tono de voz fuerte y, al principio, las voces se cruzaban en las llamadas. ¿La solución? Cada uno se apropió de un espacio: él se quedó con una pequeña sala que convirtió en oficina y ella acondicionó parte del comedor como su escritorio.

A ello se sumó el reto de que su hijo dejó el jardín infantil este año y entró al colegio, por lo que a su rol de madre debió sumar el de “profesora”, algo que dice “no me gusta para nada”.

Con el paso del tiempo, Bordachar ha tenido que replantearse la forma de vivir dos veces. No por problemas o coyunturas específicas, sino por enfrentarse a etapas de cambio y crecimiento, naturales en el ser humano, que al final sólo le han dejado lecciones importantes.

“Aprendí a cuidarme más desde que hay una persona que depende de mí”, comenta la ejecutiva a propósito de cómo la cambió la maternidad

El primer gran cambio llegó cuando se casó: “Toda mi vida he hecho lo que he querido y antes de casarme, todas mis decisiones eran muy individuales. Después, pasé de decidir que me iba el fin de semana a la playa, a consultarle a mi marido si le parecía buena idea irnos a la playa el fin de semana”.

No fue algo que le costara, aclara, sino que nunca le había tocado negociar con otra persona cómo invertir su tiempo libre.

El segundo cambio vino cuando nació su hijo pues explica que la maternidad la transformó en una persona mucho más consciente frente al peligro y, sobre todo, frente al valor de la vida. “Aprendí a cuidarme más desde que hay una persona que depende de mí”, acota.

Los cuatro años que vivió del otro lado de la cordillera también le dejaron lecciones valiosas, especialmente en el terreno profesional.

Cuando terminó la universidad, partió a Buenos Aires y ahí entró a trabajar al Grupo Cepas. En esa ciudad, además, conoció a su marido y se casó.

“Si algo he aprendido de esta crisis, es que hay que hacer las cosas ahora y no planificar demasiado. Con los proyectos, por ejemplo, hay que ir avanzando e ir mirando los detalles en el minuto, porque puede que llegue una pandemia y ya no te deje seguir con esos planes”

“Esos años me marcaron muchísimo, en un contexto muy problemático y marcado por la inflación, que era algo que nunca había vivido y que sólo había escuchado en algunas de las historias que me contaba mi abuela”, comenta. “Lo viví desde el tema de las materias primas con las que trabajaba, hasta el litro de leche que tenía que comprar y que si un día costaba 10 pesos, al otro valía 12. Fue muy difícil trabajar así, pero eso sin duda influyó mucho en mi formación profesional y en cómo veo las cosas y las enfrento hoy día”, añade.

¿Este 2020 será un año en que tuvo que volver a replantearse la forma de vivir, por tercera vez? No está segura de afirmarlo, a veces piensa que sí y otras, piensa lo contrario y que sólo está siendo testigo de una gran crisis global.

Pero de lo que sí está segura, es que después de este período nunca más dará nada por sentado: “Si algo he aprendido de esta crisis, es que hay que hacer las cosas ahora y no planificar demasiado. Con los proyectos, por ejemplo, hay que ir avanzando e ir mirando los detalles en el minuto, porque puede que llegue una pandemia y ya no te deje seguir con esos planes”, sostiene.

Y eso también lo aplicará a la vida y a las relaciones, pese a que nunca ha tenido que reprocharse a sí misma por pasar poco tiempo con las personas que quiere.

“Desde hace muchos años sé cómo dedicar el tiempo necesario a cada una de las áreas y personas importantes en mi vida. Cuando mi abuelo murió, por ejemplo, yo no tenía ningún ‘te quiero’ por decir, ningún minuto sin verlo. Y eso es un alivio”

“Juntarnos a conversar, pasarlo bien, tener tiempo de calidad. Eso es algo que quiero volver a hacer”, dice, porque lo disfruta y lo extraña.

No necesariamente siente que estos meses le hayan hecho reflexionar sobre el tiempo que dedica a su familia o amigos. “Afortunadamente”, dice, “no tengo tema con eso porque desde hace muchos años sé cómo dedicar el tiempo necesario a cada una de las áreas y personas importantes en mi vida. Cuando mi abuelo murió, por ejemplo, yo no tenía ningún ‘te quiero’ por decir, ningún minuto sin verlo. Y eso es un alivio”, confiesa.