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Dora Altbir / Directora del Centro para el Desarrollo de la Nanociencia y la Nanotecnología
El estudio del tiempo ha interesado a físicos y filósofos de todas las épocas. Pero históricamente, si en algo han coincidido científicos y pensadores de distintas áreas, es en que definirlo es complejo. “¿Qué es el tiempo? (…) Si nadie me pregunta, sé lo que es. Si deseo explicarlo al que me lo pregunta, no […]

El estudio del tiempo ha interesado a físicos y filósofos de todas las épocas. Pero históricamente, si en algo han coincidido científicos y pensadores de distintas áreas, es en que definirlo es complejo. “¿Qué es el tiempo? (…) Si nadie me pregunta, sé lo que es. Si deseo explicarlo al que me lo pregunta, no lo sé. Y sin embargo digo con confianza que sé que si nada cambiara de un estado a otro, el tiempo pasado no existiría; que si nada estuviera aún por ocurrir, no habría tiempo futuro; y que si no existiera nada en absoluto, no habría tiempo presente”, escribió San Agustín en su obra Confesiones. 

En los Principios Matemáticos de la Filosofía Natural, Newton teorizó largo al respecto, observando que la manera en que el tiempo es concebido por la “gente común”, el llamado tiempo relativo, es sólo a través de su relación con los “objetos sensibles”. Y se acercó a dos definiciones con la siguiente explicación: “Una medida sensible y exterior, precisa o imprecisa, de la duración mediante el movimiento que se usa comúnmente, en lugar del tiempo absoluto, verdadero y matemático: como la hora, el día, el mes o el año”.

Dora Altbir, doctora en Física y Premio Nacional de Ciencias Exactas 2019, reflexiona con frecuencia sobre eso. Pero no desde su rol como directora del Centro para el Desarrollo de la Nanociencia y la Nanotecnología (CEDENNA) de la Universidad de Santiago de Chile, donde se investiga sobre nanoestructuras magnéticas y laminares, magnetismo molecular, modelación de arreglos de clusters y nanoestructuras y donde se estudia el comportamiento de las nanopartículas aisladas o en matrices.

“El tiempo es aquello que le da sentido a la vida”

Su reflexión sobre el tiempo se da más bien desde la cotidianidad: “El tiempo es una variable en este trabajo, siempre aparece. Y aunque alguna vez estudié relatividad, hoy suelo plantarme sobre estos temas desde otro lugar: creo que el tiempo es aquello que le da sentido a la vida”. 

La pasión por aprender es lo que ha marcado su camino. Cuenta que en el colegio le gustaban muchas asignaturas, pero a los 16 años supo que quería dedicarse a la Física, cuando entendió que con ecuaciones se podía predecir el movimiento de los cuerpos. “No entendía la matemática que había detrás, pero me pareció casi mágico. Así empezó todo”, recuerda.

“Hago lo que tengo que hacer en el momento en que puedo hacerlo, pero me gusta vivir con plazos”

Para Altbir, pensar en tiempo también es pensar en plazos. “De los científicos quizás se espera que sean personas muy organizadas. Pero yo no soy tan así y la verdad es que siempre he sido muy poco planificadora de mi vida. Hago lo que tengo que hacer en el momento en que puedo hacerlo, pero me gusta vivir con plazos”, sostiene.

En ese sentido es que dice creer firmemente en los límites. “Creo que el tiempo infinito nos haría vivir de una manera diferente y muy compleja”, cuenta esta científica que no tiene una rutina definida, porque a diario debe conjugar distintos roles: el de directora del CEDENNA, el de profesora, el de tutora, el de investigadora con largas jornadas frente al computador haciendo simulaciones numéricas, el de esposa y el de mamá.   

“De los científicos quizás se espera que sean personas muy organizadas. Pero yo no soy tan así (…) Siempre he sido muy poco planificadora de mi vida”

Por eso, lo que único que no falta en su jornada es el desayuno con su esposo y sus hijos mellizos: “Nos gusta conversar y pasar tiempo juntos antes de salir de casa”. Es su “único ritual” diario.

La familia también aparece en la conversación cuando se le pregunta por los viajes y el tiempo libre. Hay uno en particular que suelen repetir, manejando hasta Arica, la ciudad donde creció: “Disfrutamos mucho de los caminos infinitamente largos, como ese, en que uno no ve nada, más que un desierto extremadamente seco. Es un trayecto muy interesante, donde tenemos mucho tiempo para hablar y reflexionar, sin ninguna distracción”.