Es la una de la tarde y el café Betahus del iF Caja Los Andes, un espacio dedicado para emprendedores, de a poco comienza a recibir comensales para almorzar. Entre la multitud, y con paso decidido, aparece Alejandra Mustakis y saluda a algunas personas que se encuentran en el lugar.
Se sienta, pide una Coca-Cola Zero, toma su celular y desliza hacia arriba una infinidad de aplicaciones que tiene abiertas, lo que le tomó un par de segundos. “Listo”, dice, como si fuera un ritual de respeto. Ahora, toda su atención está puesta en esta entrevista.
Pese a su ajustada agenda, dice que logra hacerse el tiempo para cumplir con todas las responsabilidades que significan las tres empresas que dirige, además de la presidencia en la Asociación de Emprendedores de Chile (Asech).
“Cuando uno tiene muchas cosas que hacer a la vez, de alguna manera se pone más efectivo con el tiempo disponible, se maneja mejor”, asegura.
Una faceta que la acompaña desde pequeña, cuando su mente no paraba de crear negocios. Como aquel que inventó utilizando las lavandas que había en su casa, que cortaba y dejaba remojando en alcohol para luego vender.
“Ir a Palestina, de donde proviene mi madre, es un viaje que tengo pendiente, que no he tenido el tiempo de realizarlo, pero que espero, algún día, concretar con mis hijos”
O su primer “emprendimiento” financiero, el “banco de Alejandra”, que tomaba prestadas las chequeras de los bancos para hacer depósitos y obligaba a sus tías a depositar cada vez que iban de visita a su casa.
“El banco quebró, finalmente, y tuve que quedarme con toda la plata”, dice riendo.
De naturaleza inquieta y creativa desde su infancia, Mustakis recuerda el vasto universo que le abrió su madre al transmitirle su pasión por lo espiritual, cósmico y esotérico. Algo que, por cierto, no estuvo exento de anécdotas.
“Mi mamá tenía unos amigos que una vez llegaron a la casa llorando porque decían que se aproximaban tres días de oscuridad, en los que vendrían ovnis a buscarnos y eso provocaría el fin del mundo. Me fui al colegio llorando y le contaba a todos que los ovnis vendrían por mí”, recuerda con una risotada.
“El viaje a Grecia que hice con mi papá, Constantino Mustakis, fue una manera diferente de conocer ese país, de compartir con mi familia y amigos y que tuve la suerte de hacer con mi padre, el mejor maestro que a alguien le podría tocar”
Ya más seria, comenta que ese tiempo con su madre y esas experiencias la hicieron valorar el sentido de una vida más espiritual dentro de su agitado día a día.
Así, “hace dos años que en mi tiempo libre hago yoga, una práctica que tomo como un alimento para el cuerpo y para el alma. Me gustaría también volver a hacer meditación trascendental, algo que mi mamá me enseñó de pequeña, pero que no he podido retomar”, reconoce. Quizás ahora sea el momento de hacerlo, pues está en una etapa de su vida en la que prefiere destinar parte de su energía a apoyar a nuevos emprendedores, más que ser ella la protagonista del surgimiento de una nueva empresa.
“Me gustaría volver a hacer meditación trascendental, algo que mi mamá me enseñó de pequeña, pero que no he podido retomar”
Con su padre, Constantino Mustakis, fueron más cercanos cuando Alejandra ya estaba más grande. Piensa que él fue quien le transmitió todo lo terrenal y más racional. “Fue el mejor maestro que a alguien le podía tocar”, cuenta.
Con “el cuchito”, como le dice con cariño a su padre, tuvo la suerte de hacer el viaje más importante de su vida, un recorrido en auto por Grecia, sumergiéndose en las raíces familiares en Cefalonia, la isla de donde proviene su familia. “Fue una manera diferente de conocer Grecia, de compartir con mi familia, amigos y mi papá”, comenta.
No obstante lo trascendental de ese viaje y pese a que ha debido visitar diversos países por su cargo en la Asech, hay un lugar que Mustakis siente que aún está en deuda: Palestina, “de donde proviene mi madre. Es un viaje que tengo pendiente, que no he tenido el tiempo de realizarlo, pero que espero, algún día, concretar con mis hijos”.