Crear un bosque humano. Con esa idea, Agustín Guilisasti empezó a dar forma a HumanForest, una startup con sello chileno que nació en Londres y que el año pasado fue elegida por el Ranking Business Cloud Transport Tech 50 como una de las diez empresas tecnológicas más innovadoras en transporte en el Reino Unido.
“En la pandemia asumí que soy inquieto y que probablemente lo voy a seguir siendo”.
No le sobraba tiempo para diseñar un proyecto innovador como ese, pero sí tenía mucha inspiración. Después de haber sido uno de los hombres fundamentales en la puesta en marcha de Cabify en Chile, quiso ir a estudiar a Londres y al mismo tiempo probar suerte, y notó que la capital de Inglaterra necesitaba una alternativa ecológica al transporte público. Así partió todo: la mayor parte de su tiempo se concentró en armar un proyecto desde cero en otro país, mostrarlo a inversionistas y levantar fondos. Y en paralelo, siguió en su rol como country manager de Cabify. Más que un desafío.

Desde Londres, Guilisasti cuenta que fue su esposa Antonia quien lo animó a que dieran juntos ese salto y probaran vida en otro país: “La verdad es que ella en algún minuto me dijo que le encantaría vivir esa experiencia y se lo prometí. Yo ya tenía ocho años trabajando en Cabify, y pensé que cuando uno hace una promesa hay que cumplirla”.
Con todo el aprendizaje adquirido en esa firma de movilidad y con una idea que tenía potencial, HumanForest lo llevó a ganarse un apodo muy particular entre los medios británicos: “El Spotify de la micromovilidad”, porque busca imitar el concepto de los bosques que capturan el dióxido de carbono.
“Con esta aplicación evitas emitir CO2. Una persona que tome una de nuestras bicicletas es capaz de generar el mismo efecto que un árbol en un bosque”, explica sobre el proyecto que hasta hoy consume la mayor parte de su tiempo laboral, y una de las razones de su incapacidad asumida de quedarse quieto. ¿La razón? Cree que el tiempo es el activo más valioso que una persona puede tener, y que por eso hay que aprovecharlo al máximo.
“A veces hay que parar, meditar y acordarse de las cosas simples, bajar los pies a la tierra y sobre todo, aprovechar a la familia”.
“Yo trato de vivir cada día a concho. Me gusta trabajar, pero también trato de equilibrar mi vida con tiempo de calidad para mi familia. Me gusta pasarlo bien, compartir y salir con mis amigos”, dice el ejecutivo.
¿Para qué le gustaría tener más tiempo? Sin pensarlo mucho dice que para no perderse momentos de su hijo: “Ahora está más grande, se pone todo más entretenido, y me encantaría poder dedicarle un poco más de tiempo a él y a todo lo que quisiera enseñarle”.
Sobre eso reflexionó mucho durante la pandemia: “Estar encerrado y sin poder salir me hizo reflexionar sobre muchas cosas. Asumí que soy inquieto y que probablemente lo voy a seguir siendo”, dice, y añade que esos dos años de incertidumbre, vidas perdidas, economías golpeadas y proyectos congelados en todo el mundo le dieron algunas certezas que no lo abandonarán más: “Todo pasa muy rápido y eso me asusta un poco. Siento que el tiempo vuela, sobre todo cuando uno está haciendo hartas cosas. Por eso a veces hay que parar, meditar y acordarse de las cosas simples, bajar los pies a la tierra y sobre todo, aprovechar a la familia”.