A Adrián Ali el teletrabajo no lo tomó por sorpresa pues en HP, empresa que lidera para todo el Cono Sur, esta modalidad es parte de la cultura organizacional. Sin embargo, luego de que en la segunda semana de marzo se convirtiera en la única forma de trabajar, se resistió a establecer una nueva rutina a partir de la pandemia.
“Dije ‘bueno, voy a tratar de seguir saliendo a correr si puedo, voy a seguir haciendo deporte, que es lo que más me gusta. Voy a estar con mi familia, pero seguramente esto se va a acomodar y vamos a volver a la normalidad”, relata. Pero más o menos como a mediados de abril, se dio cuenta de que esa sería la nueva normalidad y que probablemente estaríamos así por meses. “Y ahí me cambió el switch. Cambié completamente, dije ‘esta es mi nueva normalidad, ¿cómo hago para disfrutar esto?”
Después de eso, lo primero fue comenzar a agradecer sus propios privilegios y la suerte de poder trabajar desde la casa y tener a su familia sana, mientras mucha gente “está sufriendo y está muy complicada”.
“Descubrí que es muy distinta la vida que uno tiene cuando estamos todos juntos, todo el tiempo (…) Y mis hijos siento que han cambiado, están mucho más felices, mucho más cercanos”
Pero también hizo un descubrimiento que lo tiene maravillado: el tiempo en cuarentena lo llevó a acercarse mucho más a sus hijos, de cuatro, seis y ocho años, con quienes siempre ha compartido juegos y todo el tiempo posible, especialmente durante el fin de semana. En los días de semana antes de la pandemia, reconoce, solía estar en “piloto automático” y los veía, quizás, una hora o una hora y media.
Y es que, además de su rol a la cabeza de HP, hace clases en la Universidad del Desarrollo, es director de Fundación País Digital y participa en la Asociación de Empresas de Tecnologías de Información y en la Cámara Americana de Comercio. Tiene tiempo para todo eso, dice, gracias a su equipo, pero también porque ha aprendido a priorizar “al máximo”, lo que le permite, casi siempre, salir de la oficina a las seis.
Ahora, estando en casa, el tiempo ha tomado otra perspectiva. “Descubrí que es muy distinta la vida que uno tiene cuando estamos todos juntos, todo el tiempo”, cuenta sonriendo. “Hoy el tiempo de calidad es todo el día, todos los días, en todo minuto. Y eso, la verdad es que mis hijos siento que han cambiado, están mucho más felices, mucho más cercanos”.
“Uno se va dando cuenta de que cuando las necesidades básicas están cubiertas, lo más valorable que se puede tener es tiempo (…) Y yo estoy en ese proceso, de decir en qué invierto mi tiempo, qué es lo más útil, lo que más me puede dar alegría o me puede dar disfrute”
“El hecho de poder participar en la educación, de poder almorzar con ellos… Salgo de la oficina y ya estoy en la casa y no necesito el viaje, el transporte”, ejemplifica, añadiendo que a su juicio, esa es la mejor parte de esto, algo que lo tiene muy contento y que lo hace pensar en que a futuro “probablemente no vamos a volver a un modelo igual al que teníamos antes de la pandemia, y eso va a ser algo positivo”.
Reconoce que no es fácil, que los niños lo interrumpen o que también tiene que preocuparse por la comida o de la educación, “que antes uno la delegaba en el colegio y hoy el colegio la delega en uno”. Pero valora poder compartir momentos en los que antes no podía estar presente.
“Uno lo da por sentado y dice ‘bueno, así es la vida… Hay que trabajar en la semana, salir temprano o volver tarde’. Y uno se autojustifica porque tiene que trabajar, pero los niños no lo ven así. Me di cuenta de eso ahora que me tienen todo el día, cuando me despierto y me saludan y están conmigo, y cuando entran y podemos almorzar en conjunto, termino una reunión y puedo jugar un rato con ellos y después tomo otra reunión. Esa dinámica nueva nos dio mucha más cercanía familiar”, destaca.
Uno de los momentos que más rescata es leer todas las noches con su hijo mayor, en una instancia en la que suman a su mamá y su hermana en Argentina, por videoconferencia.
“Hoy pongo al tiempo primero en la lista de cosas que quiero, para poder invertirlo en familia, experiencias. Viajaría mucho más de lo que puedo viajar. Pasaría más tiempo viviendo cosas que comprando cosas o teniendo cosas, invertir más tiempo en amigos, en vivir”
“Los tres leemos con él y es un espacio que creamos, que es muy bonito. No existía antes de la pandemia. No leíamos porque estábamos cansados, porque hay que acostarse e ir a dormir. No llamaban a la abuela todos los días porque no teníamos esa rutina y toda esta crisis nos acercó mucho”.
Y es que no poder visitar a su familia es una de las cosas más difíciles en tiempos de pandemia, pese a que hace 18 años que ya no vive en Argentina. “Tienes el tiempo, tienes la plata y no puedes ir. Es la primera vez que me pasa, porque existe una sensación de impotencia que te hace pensar ‘¿y si les pasa algo?”. De hecho, está pensando en organizar un viaje en auto con toda su familia para visitarlos en cuanto acabe la emergencia, lo que cree que sería una linda experiencia, especialmente para sus hijos.
Lo otro que extraña es el deporte. Hace 12 años que practica triatlón y en este tiempo ha corrido 10 Ironman, lo que le ha exigido generar una estricta disciplina con varias horas de entrenamiento diario.
“Si (mis hijos) ven un papá que hace deporte porque le gusta, no porque lo obligan; que tiene horarios claros porque tiene disciplina en cómo quiere manejar su tiempo; que tiene un balance entre el trabajo y la vida personal… Esas son las cosas que hoy están viendo y que probablemente van a copiar las que les parezcan que son buenas”
“Me gusta el desafío, preguntarme si podré o no hacer una carrera… Ese proceso de aprendizaje es el que me motiva”, cuenta. Y reflexiona que, “claramente, el tiempo es lo más escaso que uno tiene. Y a medida que se va madurando, uno se va dando cuenta de que cuando las necesidades básicas están cubiertas, lo más valorable que se puede tener es tiempo para poder hacer más cosas. Y yo estoy en ese proceso, de decir en qué invierto mi tiempo, qué es lo más útil, lo que más me puede dar alegría o me puede dar disfrute”.
Hoy, por ejemplo, le gustaría tener tiempo para leer más, aunque reconoce que lee bastante para aprender de temas tan diversos como psicología o nutrición, por nombrar algunos. También está tratando de retomar su antigua afición por la música y por el piano, un instrumento que ha viajado con él desde que dejó Argentina.
“El tiempo es algo muy valioso. Lo más preciado, te diría hoy”, recalca. “Hoy lo pongo primero en la lista de cosas que quiero, para poder invertirlo en esas cosas, familia, experiencias. Viajaría mucho más de lo que puedo viajar. Pasaría más tiempo viviendo cosas que comprando cosas o teniendo cosas, invertir más tiempo en amigos, en vivir. Eso es lo más escaso, porque es lo que más tiempo te requiere”.
Esa mirada refleja algo que le preocupa: el ejemplo que da a sus hijos, porque sabe que ellos imitarán parte de lo que ven en él. Lo que más trata de inculcarles es “la curiosidad, más que tratar de ordenarlos”. Que no tengan miedo, que aprendan y descubran lo que realmente los apasiona, porque es eso lo que los va a hacer ser exitosos en el futuro, dice.
“Quiero que ojalá ellos vean eso en mí. Si ven un papá que hace deporte porque le gusta, no porque lo obligan; que tiene horarios claros porque tiene disciplina en cómo quiere manejar su tiempo; que tiene un balance entre el trabajo y la vida personal… Esas son las cosas que hoy están viendo y que probablemente van a copiar las que les parezcan que son buenas”, concluye.